Hace más de tres años, las sociedades y las empresas adoptaron un nuevo modelo de trabajo: el trabajo remoto. La pandemia obligó a todos a repensar la manera de trabajar y a adaptar las tareas para poder hacerlas desde los hogares. Así fue como muchos colaboradores y empleadores encontraron muchos beneficios en una nueva manera de trabajar.
Si bien la pandemia se superó, la modalidad no volvió a ser la de antes: el trabajo remoto llegó para quedarse. Y aunque muchos colaboradores volvieron a la presencialidad, ésta no fue completa, y entró en escena el trabajo híbrido.
Sin embargo, para las organizaciones no resultó tan simple. Los equipos IT se vieron desafiados, obligados a garantizar la seguridad en un entorno más amplio y, al mismo tiempo, asegurarse que los empleados puedan trabajar desde otros lugares.
Era el escenario perfecto para los ciberdelincuentes, que también habían llegado para quedarse y lo sabían. Las amenazas se complejizaron, evolucionaron y se profesionalizaron, poniendo en riesgos tanto a usuarios como empresas, principalmente mediante ransomware y phishing, aprovechándose de la poca capacitación y herramientas que tenían los colaboradores para identificar escenarios fraudulentos.
Este escenario aun continúa vigente, las organizaciones siguen expuestas y alerta ante posibles ataques, vulnerabilidades explotadas o mails sospechosos. Y no sale barato: los incidentes suelen costar entre USD 100.000 y USD 500.000, y se suman las cuestiones relacionadas a la confianza, la imagen y la reputación de las organizaciones, por lo que el costo real puede ser aun mayor.
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